Te dejas un tiempo que no te sobra en ocuparte de tu blog, tus redes sociales o los guiones de tus vídeos pero, la verdad, ni te acaba de gustar ni se te da especialmente bien.
Y sabes que hay otras tareas en las que sí puedes aportar valor en tu negocio… y que no estás atendiendo tan bien como podrías.
Y lo mismo pasa con tu vida personal. ¿Cuánto tiempo libre te queda al final del día?
Una copywriter que te quite el problemón del marketing no solo hará que tengas mejores resultados; también te dejará más tiempo para tu negocio y para ti.
Porque tener un negocio es muy bonito, pero hay veces en las que poder con todo… buf. Cuesta.
Yo también tengo mi propio negocio, así que te entiendo perfectamente.
Antes, mi vida era más tranquila en ese sentido (también era más aburrida, eso sí). Iba a trabajar cada día y, a final de mes… pum; nómina.
¿Lo echo de menos?
Pues… la verdad, no mucho.
Desde que me dedico al copywriting, he aprendido un montón sobre los temas más variopintos, he trabajado con clientes de diferentes sectores y hasta he formado a futuros copywriters en Big Bang Conversion, la escuela de Javi Pastor.
Vamos, que no me aburro.
Antes de todo esto había hecho de todo: trabajé en una ONG, tuve un bar y atendí a los visitantes en un museo, entre otras cosas.
Hasta intenté dedicarme a la corrección de estilo.
Spoiler: salió mal.
Porque me hice una web casera que era una castaña pilonga. Diseño, mal; de copywriting, ni hablamos.
Y así, claro: clientes, pocos.
Así que sí, te entiendo cuando dices que no te da la vida y, también, cuando me cuentas que el marketing online te suena a chino o, directamente, te agobia.
Porque yo he pasado por todas esas etapas (ni una me he dejado).
Y ahora, mira, crecí y aquí estoy, con cuarenta y tantos y viviendo del marketing online.
¿Quién me lo iba a decir?
Si algo me enseñó tratar con el público en etapas anteriores, es que no puedes comunicarte igual con todo el mundo.
Por eso, si tienes una inmobiliaria no puedes hablar como una tienda ecológica, un dentista o una academia de idiomas. Y al revés.
#Esoesasí.
Y ahí es donde muchos negocios pinchan. Porque se comunican con sus clientes maravillosamente.
De palabra.
Pero llega el momento de trasladarlo a la pantalla y… ¡ay, amigo!
Se acabó la conexión, la empatía y cualquier atisbo de personalidad propia.
Acaban sonando todos igual y no son capaces de conectar con sus clientes (que es lo que realmente vende, por cierto).
Y, sin voz propia, conexión ni estrategia, es imposible diferenciarse de la competencia y solo queda una manera de competir… por precio.
Es decir: en el mejor de los casos, esas empresas no crecen. En el peor, las consecuencias son más catastróficas.
Por eso estoy encantadísima de haber superado esa fase que yo misma atravesé y poder ayudar a negocios como el tuyo que necesitan una manita con el marketing online.
¿Qué te parece? ¿Le damos un meneo al marketing online de tu negocio?
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